La vuelta al cole - Colegio Base

«Quien tiene un porqué para vivir es capaz de soportar casi siempre el cómo”

(F. Nietzsche)

Si habéis tenido la suerte de tener en vuestras manos la nueva agenda del colegio para este curso, quizá hayáis podido dedicar un minuto a leer el breve cuento de la primera página. En el mismo se expone la peculiaridad de la planta de bambú y la atención y cuidados permanentes que requiere durante al menos cinco años para, finalmente y contra todo pronóstico, llegar a crecer con firmeza y determinación hasta más de 40 metros en apenas seis semanas. La moraleja es que el crecimiento requiere paciencia y perseverancia y que cada día que no se riega marca la diferencia. Ahora bien, imaginemos que para compensar tantos cuidados y tanta atención como requiere el crecimiento de la planta se nos permitiera pasar uno o dos meses sin tener que atenderla con tanto esmero, pudiendo dedicar el tiempo a cuidar otras plantas u otras partes de nuestro jardín. En ese caso, ¿cómo afrontaríamos año tras año retomar la ardua tarea de fertilizar y regar a diario una planta que no vemos crecer? Puede que unos lo afrontaran con desesperanza y frustración. Puede que otros lo hicieran con ilusiones renovadas y nuevos propósitos. En cualquier caso, el estilo de afrontamiento determinaría no sólo el resultado sino también la vivencia a lo largo del proceso.

La cita que abre este artículo, atribuida a Nietzsche por el famoso psicólogo Viktor Frankl, quizá nos ayude a situar tanto el cuidado de la planta de bambú como el proceso de iniciar un nuevo curso escolar. Si de antemano tuviésemos la certeza de que la planta que requiere toda nuestra atención fuese a crecer con velocidad y brillantez al cabo de cinco años, indudablemente regaríamos y fertilizaríamos con mayor esmero que si lo hiciésemos condicionados por la incertidumbre y la desesperanza. Sin embargo, basta dejarse guiar por los medios de comunicación, vídeos virales, comentarios en redes sociales y demás, para anticipar en la ‘vuelta al cole’ un verdadero tormento. Simplemente la búsqueda en Google de ese concepto devuelve más de 14 millones de resultados, muchos de los cuales están cargados de presiones consumistas, vaticinios del caos o decálogos que, seguidos fielmente, reducirán los daños colaterales.

Sin lugar a dudas el comienzo del curso escolar es un periodo susceptible de generar estrés. La adaptación a nuevos horarios, a nuevas demandas educativas, puede que incluso a nuevos colegios o ciudades y el desembolso económico que en muchos casos conlleva generan sensación de urgencia, pérdida de control y desorganización. De hecho, es lícito quejarse e incluso sano hacerlo. Cuanto mayor es el cambio, mayor es la resistencia que se genera y, en este caso, estamos afrontando un cambio radical en cuanto a horarios, responsabilidades, demandas y expectativas. No sería extraño incluso que algunos alumnos y algunas familias manifestaran síntomas de tristeza, fatiga y dificultades para la concentración durante el periodo de adaptación.

Afortunadamente, está comprobado que el cambio tranquilo y coordinado genera menos estrés que el cambio abrupto y repentino. Ser previsores y anticipar unos horarios acordados conjuntamente es siempre una buena inversión. Incorporar estos cambios de manera gradual y respetando los tiempos de adaptación disminuirá el estrés y favorecerá la asunción de nuevas responsabilidades. De igual manera, establecer y temporalizar objetivos para el nuevo curso prevendrá sobresaltos y agotamiento antes de tiempo.

Sin embargo, si bien es lícito y sano quejarse ante el cambio, no lo es tanto quedarse en la superficie y valorar exclusivamente la resistencia y el estrés, centrando así toda nuestra energía en paliar los daños. También es importante lograr enfocar el sentido y la oportunidad que trae consigo el cambio. Esta etapa que la familia afronta con más o menos inquietud puede convertirse al mismo tiempo en una oportunidad para crecer emocionalmente, afianzar vínculos y darle sentido al papel tanto de los alumnos, como de los padres, como de las propias familias. Como alumno, es el mejor momento para hacer balance y establecer objetivos de desarrollo a corto, medio y largo plazo, donde se ponga en juego no sólo la competencia intelectual sino también las habilidades sociales y emocionales. Como padres y madres, es un momento único para brindar apoyo y convertirse en un referente que anime y motive a explorar, que genere expectativas positivas y que actúe de refugio seguro para la contención y el consuelo, ayudando a los hijos a reconocer sus estados emocionales y a gestionar las adversidades con sensibilidad y determinación. Por último, como familia, es la oportunidad ideal para decidir cómo se gestionan las emociones, cómo se afrontan los inevitables cambios que trae el paso del tiempo y qué papel le corresponde a cada uno de los miembros.

Al fin y al cabo, la ‘vuelta al cole’ se puede afrontar como la llegada de una gran tormenta tropical que arrasa todo lo que quedaba de verano y nos sitúa de nuevo en la casilla de salida o como una oportunidad para recordar la importancia de regar cada día para asentar las raíces que nos permitirán crecer.

 

Pablo Muriel

Psicólogo y Orientador Secundaria

Colegio Base

Recommended Posts